miércoles, 22 de abril de 2020

Segundo Día del triduo al Santo Hno. Pedro.



Escucha la canción:

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El guía dice:
Es necesario entonces, resaltar en el Hermano Pedro la profunda unidad de vida, expresada en la oración y acción en favor de los pobres. Y es necesario también detenerse en dos rasgos de su fe cristiana auténtica:

a) El amor a los pobres como signo de la verdadera santidad cristiana. Dicen sus biógrafos, que desde que llegó a Guatemala “abrazaba con cariño la pobreza”, actitud evangélica fecunda en humanidad, como dice san Pablo: Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, aunque entregue todo lo que tengo y yo mismo me mortifique, si no tengo caridad, no soy nada. Así como muchos experimentan en la virtud un trabajo difícil, la práctica del amor a los pobres era el camino ordinario para el Hermano Pedro. Él reconocía en ellos a los verdaderos representantes del mismo Jesús. Reclamaba invertir todo para socorrer a los pobres:

TODOS:
Fuera de peligro está, lo que a los pobres dieres,
que lo que en ellos gastares,
guardado en el corazón de Cristo está...

Quien con los pobres tuviere verdadera caridad,
asegúrale mi Dios que nunca, nada le ha de faltar.

b) La solidaridad, como fruto del amor cristiano, traducida en la actitud del Hermano Pedro de hacerse todo con todos. Efectivo en el amor, se hacía cercano del que sufre cualquier carencia humana o espiritual, actitud por la cual aún brilla en nuestros días como modelo a seguir en toda convivencia social, porque en él se cumple a la perfección el sentido de la caridad vivida por los primeros cristianos: Si un hermano o hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de ustedes les dice: «Vayan en paz, abríguense y llénense», pero no les dan lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así, también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta (Stgo 2, 15-16).

Nuestro Santo Hermano Pedro de San José Betancur, habiendo asistido especialmente a los enfermos convalecientes que encontraba, logró contagiar de su acción solidaria a muchos en su tiempo, de acuerdo con lo que escribe al Rey Felipe IV de España en 1663:

Es mucha la necesidad que los pobres convalecientes pasan en la ciudad de Santiago de Guatemala... Pido a Vuestra Real Majestad concederme licencia para fundar un hospital de convalecientes... Muchos piadosos cristianos me ayudan con sus limosnas, y me compraron un sitio donde hice un cuarto para estos pobres convalecientes.

c) La misericordia es la expresión más cercana a lo que fue toda su vida. Contempló la belleza de Dios en el rostro de los hombres más abandonados de su tiempo, besó sus heridas y abrazó como propios  los sufrimientos de un pueblo.

Nuestro Santo Hermano Pedro de San José Betancur es, sin duda,  un personaje excepcional, por su entrega al servicio de los más pobres y despreciados  de la sociedad de su tiempo: indígenas, enfermos, presos, peregrinos, pordioseros, y niños abandonados, fueron los predilectos de su corazón misericordioso.

Pedro entrega su vida al servicio de Dios en los pobres a quienes busca y atiende con gran amor y especial solicitud. Su casa es casa de todos; allí encuentran ayuda espiritual y material todos los que lo necesitan. Su hazaña caritativa que se inició en Guatemala, se extendió posteriormente a muchos países de América  Latina y del mundo.

Este camino es un reto a nuestra vida y trabajo pastoral, pues debemos traducir con creatividad los ideales vividos por nuestro padre el Santo Hermano Pedro al servicio de las apremiantes realidades de hoy. Hay nuevos pobres y nuevas pobrezas. Hay tantas necesidades que hacen muy actual la misión emprendida por el Hermano Pedro. El amor y la caridad auténticas que nacen del Corazón de Cristo hoy nos debe acercar a los más necesitados, para ser fieles al espíritu que vivió en su tiempo el Hermano Pedro.


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