Escuchar la canción:
https://soundcloud.com/user-551314233/3-alma-caritativa-master
El guía dice:
MONICIÓN: Situado en medio de una joven sociedad colonial en la cual también se advertían los signos del pecado de opresión, esclavitud, indiferencia religiosa y apego desmedido a las riquezas, el Hermano Pedro emprendió lo que puede parecer un extraño apostolado de asistencia más allá de las dádivas materiales, cuando al final de la jornada diaria recorría las calles de la ciudad de Santiago de los Caballeros llamando a las conciencias de sus contemporáneos con aquel dicho que la memoria popular recuerda: Acordáos, hermanos, que un alma tenemos, y si la perdemos, no la recobramos. Palabras que hoy nos advierten que no debemos prescindir de Dios en nada de cuanto hacemos o emprendemos. En ese apostolado suyo, descubrimos valores perennes de la Evangelización auténtica.
a) El evangelizador verdadero no condena
definitivamente a nadie, pues si lo hiciera estaría fuera del plan de
Dios quien desea que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad
(cfr. 1Tm 2, 4). Más bien, el evangelizador auténtico imita al Buen Pastor que dejando
las demás ovejas, va en busca de la que está perdida (cfr. Lc 15,4),
sabiendo que hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte,
que por muchos justos que no necesitan arrepentirse (cfr Lc 15, 7).
Por este camino logró el Hermano
Pedro sensibilizar muchos corazones tenidos por ajenos a la verdad y duros ante
la caridad. Son famosas las conversiones que con su llamado logró en todos los
estratos sociales.
Aún hoy, en los inicios de este
nuevo milenio, para la conciencia cristiana sensible a la acción misionera
parece resonar su llamado a no olvidar que el amor de Dios se ofrece
especialmente a quien se siente alejado de Él, pues el Señor no quiere la
muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cfr. Ez 33, 11).
TODOS: Acordaos
hermanos, que un alma tenemos, y si la perdemos, no la recobramos.
b) El evangelizador propone el plan de Dios a un mundo dominado por el afán de
las riquezas, la ambición del poder y la indiferencia regida por el placer, como en cierta medida debió serlo
aquella sociedad colonial de Santiago de los Caballeros que conoció el Hermano
Pedro. En ella supo reconocer todo tipo de pobreza en los hombres y mujeres de
su tiempo. Fue testigo de la pobreza material, pero sobre todo de las pobrezas
espirituales que cierran los corazones al hermano y los tornan indiferentes a
la misericordia. A ellos el Hermano Pedro les descubrió el verdadero tesoro por
el que hay que luchar en la vida: el Reino de Dios presente ya en el amor a los
más necesitados (cfr. Mt 6,19-20; Lc 12, 33-34).
En su llamado profético a la
conciencia de sus contemporáneos, el Hermano Pedro les advertía del peligro de
perder el alma; insistía que la
dimensión espiritual que nos lleva a amar a Dios, debe ser la mayor
riqueza de todo ser humano. Con lenguaje muy expresivo, exhortaba a sus
contemporáneos:
Examina bien tus obras, y huye de la
vanidad,
que a muchos ha derribado, sin que
se puedan levantar.
En esta vida prestada, donde el bien
vivir es la clave,
el que se salva: ¡ese sabe!,
que si no, no sabe nada...
Haz aquello que quisieras,haber
hecho cuando mueras...
Arrendadorcillos: comen en cubiertos
de plata, y morirán en grillos.
TODOS: Acordaos hermanos,
que un alma tenemos, y si la perdemos, no la recobramos.



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